¿Dónde se sitúa la intersexualidad?
‘Que yo dijera “este soy yo, y este es mi cuerpo” era, para él, la expresión delirante de un cuerpo fallado que precisaba compostura urgente, paso primero y primordial para que el delirio encarnado también terminara por componerse’, (Cabral, 2009, p. 105). De este modo define el activista argentino Mauro Cabral una de sus experiencias como persona intersexual frente al aparato médico estatal.
Las personas intersexuales o intersex nacen con variaciones en sus características sexuales (genéticas, hormonales o anatómicas), en comparación con lo que se entiende típicamente por un cuerpo masculino o femenino (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [CIDH], 2015) y esas variaciones pueden tomar formas muy diversas. Es decir que no hay una única manera de ser intersex, de hecho al día de hoy se calcula que hay alrededor de 30 a 40 variaciones registradas.
En este sentido, cuando hablamos de intersexualidad nos referimos a cierta forma de diversidad corporal y no de identidad de género u orientación sexual. Por lo cual, una persona con variaciones en sus características sexuales puede tener una identidad de género cis, trans, no binaria y cualquier tipo de orientación sexual o expresión de género.
Situar a la intersexualidad dentro de la diversidad corporal es importante porque hay sectores del activismo intersex que repudian la inclusión de la intersexualidad dentro de la comunidad LGBTQIA+ porque entienden que, de cierto modo, esto ha invisibilizado su lucha (Lauroba Lacasa, 2018) y ha generado más confusión.
Por otra parte, con el objetivo de normalizarlos para que se ajusten al binomio hombre/mujer, estos cuerpos son frecuentemente patologizados, cosificados, expuestos a revisiones, fotografías y estudios, que vulneran su privacidad, y sometidos a gran cantidad de cirugías y tatamientos, que no tienen como objetivo la preservación de la salud, sino que esos cuerpos se asemejen lo más posible al de un varón o una mujer típicos y que puedan reproducir los roles heteronormativos existentes.
Estos atropellos a los derechos humanos de las personas suelen comenzar muy temprano en sus vidas, cuando no están en condiciones de dar un consentimiento libre e informado y son sus padres, quienes muchas veces sin recibir la información completa y necesaria, de un modo que pueda ser comprendida, deciden aceptarlo ante la premura y la preocupación que les médiques que detentan el monopolio del conocimiento les transmiten.
Esto forma parte de mi trabajo acerca de la doble violencia hacia las personas intersex (normalización e invisiblización). Fue una investigación apasionante, dura por el dolor que guardan todas estas historias y a la vez compleja por la falta de estadísticas oficiales. Pero hablar de la intersexualidad y los cuerpos en los márgenes es necesario y urgente.